HACIA UNA MATERNIDAD MAS CONCIENTE
Cuando una mujer se convierte en madre se abre para ella un universo antes desconocido, una nueva dimensión, una vida nueva dentro de la que hasta entonces era su vida. Desde la sobrenatural sensación de llevar un ser dentro suyo, experimentando como protagonista y espectadora los cambios de su cuerpo, su mente y su alma (verdaderas revoluciones que, según cada mujer, pueden ser vividas de formas muy distintas); pasando por el parto, esa experiencia tan real como onírica, tan maravillosa para algunas como atemorizante para otras, hasta el encuentro con ese nuevo ser que es su hijo, y con ese nuevo ser que es ella como madre. Y también con ese nuevo ser que es su compañero, o compañera, como padre (o como quien cumple esa función de sostener a la madre, entre otras cosas).
Paradójicamente, junto con el bebé llega el vacío. No sólo por la sensación (que experimentan algunas mujeres), de que cierta unidad se rompió, de que queda un vacío en ellas al producirse esa primera separación entre su cuerpo y el del bebé; sino porque cuando el bebé real hace su aparición nos confrontamos con el vacío de no saber. No saber cómo, ni qué, ni cuándo. (Puede que esta sensación sea mayor con un primer hijo, pero cada experiencia de maternidad es distinta, singular, por el momento particular de la madre como persona, por el contexto, y porque los hijos son distintos, únicos también). Es verdad que contamos con algunas cosas que nos han dicho, familiares, amigos...posiblemente también hayamos leído libros, o revistas, o artículos en Internet, en búsqueda de alguna información, orientación; y también está el saber médico: obstetras, parteras, puericultoras, pediatras… Sin embargo, gran cantidad de veces los saberes que hemos escuchado o leído sobre una misma cuestión se contraponen. Por ejemplo, algunos proponen que la teta debe ser dada a “libre demanda”, es decir, cada vez que el bebé la pida, mientras que otros consideran que hay que tratar de darla cada dos horas (por ejemplo) y durante una cantidad de tiempo determinado. Y si el bebé está en la teta demasiado tiempo se dice a veces que "ya la está usando de chupete" . Como esta, nos encontramos con una infinidad de teorías, indicaciones, consejos u opiniones contradictorias (a decir verdad, como sucede con todo en la vida, sólo que al momento de tomar decisiones respecto de un recién nacido, que además es nuestro hijo, eso es bien particular).
¿Qué hacemos entonces?
Una de las cosas que observo es que frente a esta incertidumbre muchas veces se suele hacer lo que los otros dicen porque son "los que saben", ya sea porque estudiaron o porque tienen más experiencia que uno en el tema. Lo que me parece una pena de esto es (más allá de que efectivamente los otros puedan saber muchas cosas) el hecho de que en la preocupación por seguir las indicaciones de "los que saben" se deje de lado la conexión de una mujer con su propia intuición, con su saber interior y con la particularísima conexión que sólo ella puede tener con su hijo. Creo que atravesamos (hace tiempo) un momento en el que consumimos todo lo que nos ofrecen desde afuera, mientras que hay cosas que sólo podemos encontrarlas si buscamos dentro nuestro.
Este es uno de los motivos que me llevó a pensar en la importancia de crear un espacio para las madres, mujeres maternantes. Porque entiendo la maternidad, al igual que la vida, como una construcción permanente, lo que implica que no hay una forma de hacerlo sino que cada mujer ha de construir la propia, a cada momento. Y esta construcción, para que sea conciente, para poder elegir realmente cómo queremos maternar, qué cosas queremos transmitir, va a implicar un viaje al interior de nosotras mismas. Creo que la maternidad es una oportunidad.
Los hijos como oportunidad de ver(se)
Los hijos, los chicos, son una suerte de espejos que reflejan aspectos de los seres más cercanos a ellos, particularmente de sus padres. Y ahí, puede suceder que los padres se enorgullezcan de ver ciertas características propias o valoradas por ellos en sus hijos, sin embargo, frente a otras características de los chicos, sobre todo aquellas consideradas problemáticas o "mal vistas", resulta más difícil preguntarse en qué medida eso que le pasa a nuestro hijo tiene que ver con nosotros. Lejos estoy con esto de plantear que un chico no tiene su carácter, sus particularidades, o sus "berrinches" propios de la niñez. Pero más allá de esto, los chicos suelen ser los portavoces de los aspectos menos concientes de los padres, de aquello con lo que uno no se ha podido enfrentar o no ha logrado resolver. En general es bastante difícil, casi imposible, lograr que algo cambie en un chico si no se trabaja con la familia, con el entorno de ese chico.
El hecho es que en general resulta más fácil "hacer ver" al chico (basta con observar, por ejemplo, la cantidad de chicos diagnosticados como "hiperactivos" y medicados con Ritalina) que preguntarse ¿por qué le pasa esto?, ¿qué estará queriendo decir esto que le pasa? Como dije antes, estamos muy acostumbrados a consumir soluciones mágicas y rápidas, medicamentos, saberes científicos, y nos cuesta ir a buscar respuestas adentro nuestro, básicamente porque resulta más trabajoso. Otras veces ni siquiera nos imaginamos que podemos tener algo que ver con esto que le pasa a nuestro hijo, porque no sabemos.
Y definitivamente no se trata de culpabilizar a los padres o de pensar que no aman a sus hijos. No! Pero sí es importante que podamos tomar conciencia de nuestros actos; hacerlos a conciencia. Un hijo nos confronta con esto (aunque a veces nos resulte difícil), y con el no saber.
En su libro Crianza, Laura Gutman dice que la maternidad es un viaje a ciegas sin red. En este sentido, propongo este espacio, este círculo de mujeres, como una red. Una red que contiene, que sostiene la búsqueda de cada mujer. También una red en la que cada una pueda nutrirse de la experiencia y de la búsqueda de las otras. A la manera quizás en que, ancestralmente, cuando los seres humanos vivían en clanes, en tribus, las mujeres compartían sus tareas y la crianza de los niños. Y hablaban entre ellas; tejían vínculos. Sé que estamos lejos de eso, sé que nuestras condiciones son bien distintas, pero también sé que muchas mujeres, muchas madres, se sienten muy solas, muy desencajadas a la hora de conciliar el modo de vida actual y su maternidad.
Se trata de alimentar las raíces de la esencia y la fuerza femeninas, de echar algo de luz allí donde hay sombra. Porque es en la medida en que una mujer logra estar en mayor armonía con sí misma, es decir, que logra ser más conciente de lo que realmente le pasa, de lo que siente, piensa y quiere, que puede transformarse en un cálido y seguro sostén para sus hijos, y para sí misma..
