Cierto día en que paseaban por el campo, el poeta Matsuo Bashô y su discípulo Kikaku se extasiaron mirando el revoloteo de las libélulas. En el acto el discípulo compuso un haiku:
"Libélulas rojas!
quítales las alas
y serán pimientos".
El maestro repuso: "No. De esta manera has matado a las libélulas". Y propuso otra versión:
"Pimientos!
Añádeles alas
y serán libélulas".